Batalla en las ruinas.

Después de un par de horas descansando, en unas ruinas, lejos de la población. El vampiro que allí descansaba, fue sorprendido por un grupo de valientes soldados imperiales. Estaban liderados por un mago a caballo, que protegía a sus hombres de la magia oscura, del vampiro.


Pero el Conde Vampiro, pese a ser cogido por sorpresa, era un experimentado mago, por lo que hizo resurgir de la tierra a un grupo de esqueletos, dándoles la "vida". En muy poco tiempo los soldados del Imperio fueron rodeados por esqueletos.
Mientras el vampiro contemplaba con gran satisfacción, lo complicado que se lo había puesto a los humanos.



Un pequeño grupo de no muertos, se dio cuenta de que por la retaguardia iban a ser cargados y se dirigieron hacia los nuevos enemigos, para que no interceptaran a su señor.


La caballería imperial atacaba la retaguardia del confiado vampiro, era un grupo pequeño de caballeros, pero iban dirigidos al centro de la ruina, donde estaba la criatura oscura. Estaban acompañados en todo momento por un sacerdote guerrero de Sigmar.


Los espaderos al ver a sus compañeros acercarse por el fondo, se dispusieron a cargar contra los esqueletos, que los tenían rodeados.


Un skaven, contemplaba el combate desde una zona segura, nadie le había visto, pero él estaba en lo alto de una casa cercana. Con un sencillo gesto mandó cargar a sus esbirros, situados en la parte trasera de la casa. Tienen que rescatar al no muerto, porque les había prometido mostrarles el camino hacia una cueva repleta de piedra bruja- Pensó el skaven.


Los apestosos skavens se dispusieron a correr hacia la confrontación entre humanos y no muertos, estaban acompañados por dos ratas ogro. Babeando y gritando, eran tiradas por cadenas porque se hacían reacias a moverse. Hasta que empezó a oler a sangre y a carne putrefacta, de algunos no muertos. Entonces su histeria se magnificó y corrieron desenfrenados hacia sus enemigos, arrastrando a las ratas que sujetan las cadenas.


El sacerdote cabalga seguro, no sabía lo que se le espera, pero confiaba en sus hombres y en su fe hacia Sigmar, era suficiente para él. Por lo que alzó su martillo y lo echó hacia atrás para golpear con fuerza en su carga.








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