La deuda de Heinmann 4º parte


Por fin llega el final del relato!


Lord Heinmann echó una ojeada a través de las aspilleras de la torre del homenaje: los Enanos seguían allí, gritando sus maldiciones y sus amenazas. No era ningún estúpido: las puertas de hierro de la torre estaban tan reforzadas que ni si quiera el martillo plagado de runas del Rey Enano podría derribarlas. Solo la mitad de sus hombres seguían con vida y todos le miraban expectantes.

El Rey Enano gritaba su nombre…

“¡Heinmann, has traicionado la confianza de mi clan y de mi familia! Seis años pasaron mis ingenieros trabajando por la seguridad de tu fortaleza y no les pagaste todo lo que te pidieron. Ellos te juraron que no te saldrías con la tuya. Ellos te juraron que ese agravio se lo cobrarían en sangre. Mira a tu alrededor, Heinmann. Tus hombres mutilados dondequiera que fijes la vista. Cientos de ellos han muerto este día debido únicamente a tu avaricia. El patio de tu castillo ha sido lavado con su sangre. Es demasiado tarde para solucionar nada con dinero…Ahora ven y ¡Enfréntate a mi!

El Rey agitaba su martillo lleno de rabia y cuando se dio cuenta de que Heinmann lo espiaba, arrojó con toda su fuerza su martillo hacia la abertura por la que este miraba.
Heinmann se agachó justo a tiempo; una lluvia de polvo y piedrecillas llenó la  habitación cuando el martillo golpeó el muro. Este retornó a la mano de su portador mientras Heinmann palidecía visiblemente. Segismundo se levantó y camino hacia él.

“Parece que os reclaman, señor”.

“Sí, Segismundo. Gracias por tu brillante y perspicaz observación. Esto es ridículo…”, murmuró con cara cenicienta.

“¿Señor?”

“Esta deuda. Han pasado seis años. Nunca me la tomé en serio porque, claro, quiero decir… ¡en nombre de todo lo que es sagrado!: ¡sólo eran doce estúpidas coronas de oro!


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